viernes, 17 de agosto de 2012

Nuestro mejor amigo (de cuatro ruedas)

Como comenté en una entrada anterior, habíamos alquilado un coche con la empresa Dollar para los 16 días que estuvimos en Estados Unidos.

Después de aterrizar, decir "¡estamos en Los Angeles!", recoger las maletas, decir "¡¡que estamos en Los Angeles!!", salir del aeropuerto y... sí, eso, seguir repitiéndolo, nos fuimos a buscar el shuttle que nos tenía que llevar a la oficina de Dollar. Ya sabéis que la mayoría de compañías baratas no están en los aeropuertos,  para ahorrar costes. Fuimos siguiendo las señales de "rental car shuttle" (o algo similar), que nos llevaron a una de las salidas del aeropuerto.

Allí había una calle enorme llena de autobuses, cada uno de una compañía, yendo y viniendo. Entre todo ese follón vimos como el de Dollar se nos escapaba en las narices. Al menos nos sirvió para ver a qué altura de la calle paraba.

Aquí va un consejo para los que estáis preparando el viaje: no está muy bien señalizado dónde para cada autobús, por lo que lo mejor es ponerse por el principio de la calle, y al ver el de tu compañía ir siguiéndolo hasta donde pare. No van rápido y tiene que bajar mucha gente, así que no hay riesgo de perderlo. Si os quedáis por el final, puede que justo vuestra compañía pare por el principio y ni lo veáis.

Sigo con la historia :) En el rato que estuvimos esperando al autobús, y durante el propio trayecto, no hacíamos más que mirarnos y, sin decir nada, sonreír. Había muchas horas de preparación metidas en este viaje y por fin había empezado. Mucha emoción.

Yo aún estaba más alterado que Jessi, ya que, como sabéis los que me conocéis bien, me encanta conducir, y además hacerlo por Estados Unidos ha sido uno de mis sueños de siempre.

Llegamos a la oficina de alquiler. Quise hasta hacerme una foto en la entrada, como si fuese Eurodisney, pero no tenía la cámara a mano... Una vez dentro, me sorprendió el tamaño. La oficina era enorme y tenía 3 filas bien diferenciadas: una para reservas hechas por internet, otra para gente sin reserva y otra para devolución de vehículos.

 Nos pusimos en nuestra fila... y a esperar. Estuvimos cerca de 40 minutos. Una pequeña decepción, porque aunque no es tanto tiempo, el viaje ya había empezado y cada minuto contaba. Además, esos 40 minutos psicológicamente equivalían a las esperas de los niños a que los Reyes Magos pongan los regalos... ¡se me hizo eterno!

Por fin llegamos al mostrador. A mí me gusta llevar las cosas preparadas, así que antes de que el que nos atendía dijese buenos días, ya había puesto sobre la mesa el pasaporte, el carné de conducir internacional, los papeles de la reserva y una tarjeta de crédito. "Así da gusto" (pensé yo) :)

Nos hizo un resumen de la reserva y, como esperábamos (lo leímos en muchos foros), nos ofreció subir a un coche de una clase superior por un precio reducido. Era una oferta de las que "ganan todos": ellos consiguen que gastes más de lo que tenías pensado en un principio, y tú consigues un coche mejor por un precio más ajustado.

Aunque habíamos ya hablado de decir que no a la oferta, en el momento nos ofreció los seguros opcionales y acceder a la clase Premium, hice rápidamente un repaso mental y bueno... ¡era 5 clases superior al que nos correspondía! (Economy < Compact < Mid-size < Standard < Full-size < Premium). Así que... efectivamente, aceptamos. Y según firmé el contrato, pensé en las teorías del "presupuesto ajustado", "bueno, es caro pero luego allí gastamos lo justo" y "ya está todo pagado de antemano, allí no gastaremos casi nada". En las dos primeras horas en el continente ya habíamos profanado el presupuesto... pero oye, íbamos a hacer casi 5000 kms así que más valía evitar un Ford Ka.

Salimos hacia la cochera. Seguíamos sonriendo (y ya llevábamos desde el aterrizaje). Parecía un enamoramiento de los de adolescentes. Vaya tontería llevábamos encima... ¡como en una nube de un sitio a otro!

No nos habían dado llaves. Nos dijeron que eligiésemos uno y "nos lo llevásemos puesto". Llegamos a la zona Premium y bueno, por asegurarnos y evitar sorpresas, le pregunté a un trabajador que si con ese contrato me correspondía uno de los 3 coches que había en esa sección. El tío comprobó los papeles y me dijo "te puedes llevar el que quieras de esta zona". Y me señaló 4 filas completas de coches en plan "algún día todo esto será tuyo". Claro, eran todos los de las clases entre Economy y Premium.

Nos centramos en los 3 Premium, que eran los que mejor pinta tenían. Yo buscaba un Camaro, un Mustang... en fin, lo típico :) pero ¡sorpresa! En Dollar no son tontos. Está bien saberlo. Me estaba costando decidirme... me movía entre uno y otro coche buscando pros y contras... Me giré para preguntarle a Jessi qué pensaba, y la veo abriendo el maletero de uno y subiendo su maleta. Era el elegido. La verdad es que era el más amplio y el que mejor pintaba: un Ford Taurus. Un cochaco muy a la americana.

Cabía más equipaje en este coche que en la bodega de un vuelo de Ryanair

Subimos las maletas al maletero infinito, me familiaricé con el interior (mi parte favorita de los alquileres), le di un repaso al cambio automático y nos fuimos hacia el hotel.

Me despido con unas fotos de nuestro querido amigo durante el viaje:

Unos 100.000 mosquitos perdieron su vida en el frontal del coche. Y nos fastidiaban las fotos que hacíamos a través del parabrisas. Aquí lo estamos lavando antes de llegar al Bryce Canyon.
Jessi con el Taurus, perdidos en una carretera secundaria en algún lugar de Utah
Una de las paradas para fotografiar el desierto: tan monótono pero tan fascinante
¡Ciao! Jessi se despide antes de coger el coche durante unos cuantos kilómetros... ¡¡de ruta 66 por Arizona!!

Direcciones para el GPS:
Oficina Dollar LAX: 5630 Arbor Vitae Street, Los Angeles, CA

3 comentarios:

  1. Que sigan las crónicas del viaje!! :D

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  2. Cómo molan los cochacos americanos! Ay, me entran hasta ganas de llorar, igual que cuando tuve que vender mi Chevy! :(

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  3. Aún me acuerdo de la foto que subiste cuando lo compraste!!! Sí que molan, la verdad... :D Voy a seguir escribiendo... ¡que estamos en racha de recuerdos!

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